DEL MODELO “PORTATE BIEN” AL DESARROLLO DEL“YO AUTENTICO”

on 15 Diciembre 2017
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En otro artículo previo del Blog decíamos que no era el pilar central de nuestro grupo de hombres el trabajar continuamente desde las masculinidades o con el sexismo (aunque la masculinidad sí es uno de los pilares) sino ir al fondo del ser humano que hay debajo de ese hombre. Y hablamos de Hombre humano y “libre”, bueno… pues vayamos al fondo del asunto… qué nos encadena? Y qué podemos hacer para liberarnos? Es fundamental partir de una concepción y unos modelos de trabajo holísticos y profundos de lo que es un ser humano y la Vida. El psicólogo Antonio Blay tiene un modelo muy interesante para dicha liberación.

La “jaula de oro” nos la empiezan a construir desde niños en la educación, en los primeros 6-7 años de vida. Como Niños (y como adultos) somos un “centro de luz” un “centro de Vida”, y nuestra vida realmente es como una actualización, un desarrollo, unos aprendizajes que cada uno trae consigo en esta vida. La Vida  se abre camino a través nuestro y nuestra responsabilidad es evolucionar y desarrollar estos aprendizajes. 

Pero los adultos muchas veces no estamos por la labor o no somos capaces de potenciar al niño sus aprendizajes sino más bien de “educar” con unos modelos de cómo tiene o no tiene que ser ese niño. En la medida en que yo asumo el modelo lo exterior pasa a ser la norma; pasa a ser mi Dios, no la sinceridad, no la libertad interior, no lo profundo, sino lo externo. Y en la medida que para mí es más importante ser de acuerdo con un modelo que ser profundamente más y más yo mismo, en esta medida me he prohibido crecer. No quiero decir que el exterior no tenga que darnos modelos. Necesitamos modelos para convivir. El problema es que se valora al niño en virtud del modelo y nada más. Se hace del modelo el culto fundamental para que cada uno se comporte del modo que es debido. No que el niño viva más su autenticidad y plenitud. Lo importante es que se porte bien (lo llamo modelo “pórtate bien”)

Entonces asumimos que tenemos que ser el modelo y vivimos hacia el exterior y de una manera reactiva y toda nuestra vida gira en torno a lo que este modelo nos impuso y vamos dando bandazos, huyendo de un “yo catastrófico” y a la vez intentando alcanzar un “yo Ideal”, que nunca llega, en vez de instalarnos en un yo más maduro, en el “yo real”, que ni es tan horroroso ni tan maravilloso.
El “yo catastrófico” (llamado Yo Idea) es un yo del que huimos como alma que lleva el diablo, forjado por experiencias emocionales desagradables cuando niños, inducidas por mensajes de padres y educadores sobre cómo somos o debemos ser. Digamos que está formado por rasgos de nuestra forma de ser, que no queremos ver ni en pintura. 
El “yo ideal “es lo que queremos llegar a ser, un yo ideal maravilloso donde sé que siendo así todos me aceptarán y me querrán y donde encontraré la felicidad. Y nunca se alcanza el Yo Ideal, pero en la medida que nos aproximamos nos sentimos bien. Es una exigencia muy grande, una trampa para huir del “yo catastrófico" (yo idea), vamos...el papel de “el burro tras la zanahoria”. Ambos "Yoes" son exageraciones y se construyen a una edad donde no hay criterio de realidad, una pura estrategia de supervivencia inconsciente. Por ejemplo si un rasgo de mi "yo catastrófico" (yo idea) es que me sentí muy débil de niño, mi "yo ideal de niño" (y de adulto) compensatorio, es construir la idealización de ser siempre fuerte (y así poder huir de la experiencia traumática que supuso experimentar el miedo de ser alguien débil). Y la verdad más sana es asumir una característica más de mi “yo real” y esto es que a veces soy fuerte y a veces débil y que asumiendo eso me siento sólido y bien y me permito los 2 estados.

Entonces crecer como persona en este sentido es ver que yo soy realmente yo mismo, ese yo “real”, ese “yo auténtico” en la medida que vivo las cualidades o potenciales básicas que ya soy, es decir no es ser más bueno o más perfecto, sino ser más auténtico: SER lo que realmente somos, actualizar lo que somos en potencia. No se trata  de adquirir sino de soltar, de desprendernos de creencias que obstaculizan el camino hacia el ser.

Y claro este proceso pasa por varias fases: lo primero es aprender a ver este funcionamiento condicionado del modelo observándolo en mí, hacerme consciente de mis mecanismos, de mi forma de ser y aceptarlo, que no es poco, y posteriormente ser capaz de ir creando mis propias respuestas más auténticas, más conscientes y lúcidas (menos mecánicas) y así poco a poco el “Yo auténtico” va brotando sin que a veces uno se dé ni cuenta….

Alfonso Labeaga, "Fontxo"